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Plaza Fransisco Acuña de Figueroa

Primer poeta oriental (1791-1862), patriarca de la literatura nacional, autor de una extensa, variada e irregular obra poética.
Hijo de padre español que fue tesorero de la Real Hacienda de Montevideo colonial, pertenecía a la clase burocrática más adicta al régimen peninsular, lo que explica el conservatismo del joven escritor en los comienzos de la revolución americana y rioplatense contra la Madre Patria; él mismo confesó sinceramente años más tarde «no haber comprendido en su hora el impulso regenerador del movimiento americano».
Fue el único criollo ilustrado que no tuvo participación alguna en las luchas nacionales o políticas de su tiempo.
Permaneció así en Montevideo durante los dos asedios a que la sometieron los patriotas, entre 1811 y 1814. De este período data su primer trabajo de importancia, el «Diario Histórico» del Sitio, iniciado en octubre de 1812, y terminado en junio de 1814 con la rendición de la plaza
por las autoridades españolas; anotación diaria, rimada en variados metros, de los sucesos cotidianos, grandes y pequeños, dentro y fuera de la ciudad sitiada, y que por sobre su escaso mérito literario, tiene un cierto valor histórico. Ocupada la plaza por los patriotas, huyó a Río de
Janeiro; de donde regresó, en 1818, a nuestra ciudad, cuando ésta hallábase bajo la ocupación portuguesa, entre cuyas autoridades encontró nuevo destino administrativo.
Pero si bien no acompañó en momento alguno de la revolución independentista la causa de los patriotas, cantó luego los fastos de nuestra República ya libre y constituida, correspondiéndole el honor de escribir la letra del Himno Nacional, declarada oficial en 1845; fue autor, además, de la letra del actual himno nacional paraguayo (1846). Fue director de la Biblioteca y Museo Público (1840-47); miembro de la primera comisión censora de obras teatrales (1837). Lo mejor de su producción literaria lo constituye el poema épico-burlesco «La Malambrunada», y sus composiciones breves de carácter satírico, en cuyo género ocupa un lugar destacado en la literatura castellana.
«Si como poeta satírico, -dice Zum Felde- puede figurar en primer plano de las letras castellanas, como figura literaria es, asimismo, la única del Plata, y de la escuela clasicista, que pueda ponerse a lado de Heredia, Olmedo y Bello (Ver Bello, Andrés), en quienes alcanza la poesía hispanoamericana de tal época su máxima manifestación».