La Quinta Piñeyrúa, ubicada en el barrio Atahualpa, es un lugar con una rica historia y significado cultural.
Construida en 1870 como casa de veraneo, esta quinta fue propiedad de don Pedro de Piñeyrúa, un importante hombre de negocios que dirigía varios saladeros heredados de su familia en Montevideo y en Paysandú. Fue accionista del Banco Comercial y de otras firmas comerciales e industriales. De sus actividades sociales se destaca su pasión por los caballos y el turf, que lo llevaron a ser el primer presidente del Jockey Club del Uruguay.
El edificio, con influencias arquitectónicas del romanticismo europeo y decoración florentina, se encuentra en una enorme manzana en la calle Pedro Trápani.
El palacio cuenta con un gran patio central cubierto por una claraboya y unas cuarenta habitaciones, entre las que podemos destacar su comedor principal, que conserva el mobiliario de la época. Por una amplia escalinata se accede a la logia cerrada con vidrieras de cristales decorados Saint Gobain.
El mirador es un elemento notorio en el paisaje. Desde allí se tiene una amplia vista del entorno de la zona.
Dentro de los trabajos artesanales son de destacar la carpintería, así como los mosaicos, mármoles y cristales. Especial interés revisten los trabajos de yesería y estucados realizados por el escultor catalán Domingo Mora (1840-1911), con motivos gauchescos y moriscos.
Todo el subsuelo de la casa estaba destinado a caballeriza, el cielorraso del alojamiento de los equinos está aún totalmente cubierto por placas de cobre repujado.
Esta zona de la casa tenía directa salida al jardín y acceso al arroyo Miguelete, a donde los caballos eran llevados diariamente.
La gran cocina, también ubicada en el subsuelo, no se quedaba atrás en cuanto a lujo y dimensiones ya que estaba totalmente revestida con mármoles de Carrara.
En 1890, una gran crisis económica afectó al país, y Piñeyrúa, que no escapó a sus efectos, debió desprenderse de su espléndido palacio en el Miguelete.
Marcelina Buján de Madero adquirió la propiedad en 1900. Sus sucesores la vendieron en 1907 a Francisco Piria quien fraccionó y remató el gran predio en 1910. Del fraccionamiento resultaron 140 solares de diferentes tamaños.
En su época de esplendor, la Quinta Piñeyrúa fue un lugar de descanso y esparcimiento para la alta sociedad. Sin embargo, en los últimos años, ha experimentado una transformación significativa. El Hogar Amelia Ruano de Schiaffino, que ocupa parte de la quinta, se ha convertido en un refugio para personas mayores.
El edificio principal, con más de 130 años de antigüedad, se declaró Patrimonio Nacional en 1974. Además, el parque que rodea la casona contiene especies forestales únicas, algunas en peligro de extinción, y también se ha declarado patrimonio histórico.