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Plaza Simón Bolívar

Patriota venezolano (1783-1830), héroe americano, llamado «El Libertador» por sus luchas en favor de la independencia de Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia, en el curso de extraordinarias campañas militares, entre los años 1812 y 1824.
Siendo capitán de milicias, participó en la revolución de Caracas (1808), cuya Junta Gubernativa le comisionó para obtener el apoyo de Inglaterra; en Londres entrevistóse con su compatriota, «El Precursor», Miranda, quien a poco vino a ponerse al frente de la revolución venezolana, secundado -entre otros-, por Bolívar. Reprimida ésta por las fuerzas españolas (1812), Bolívar refugióse en la isla de Curazao; de allí se trasladó a Nueva Granada (Colombia), y tras una breve y exitosa intervención en la revolución neogranadina, emprendió la primera campaña libertadora de Venezuela (1813-14). Luego de lograda su independencia, las fuerzas españolas volvieron a sofocar la rebelión, debiendo Bolívar abandonar nuevamente su patria, a fines de 1814. Después de otra breve intervención en las luchas de Nueva Granada, refugióse en Jamaica, y luego en Haití.
A fines de 1816, partió de esta última, en una segunda campaña libertadora de Venezuela (1816-21), en la que fue secundado por otros varios jefes patriotas, entre ellos el célebre militar venezolano José Antonio Paes.
La campaña culminó en 1821, luego de haber dado cima, entretanto, a la expedición libertadora de Nueva Granada (1819), realizando para ello la portentosa hazaña de atravesar los Andes septentrionales, enfrentando los más grandes obstáculos y los mayores sufrimientos; tras vencer en Boyacá (agosto de 1819), entró en Bogotá al cabo de una rápida campaña de setenta y cinco días.
De regreso a Venezuela, reunió en Angostura un Congreso que declaró constituida la gran República de Colombia (diciembre 17 de 1819), por la unión de Venezuela y Nueva Granada, siendo Bolívar reconocido como Presidente de ella.
Afianzada la independencia de Venezuela luego de la victoria de Carabobo (junio 24 de 1821), destacó al general Sucre, en auxilio de los revolucionarios de Guayaquil (Ecuador); obtuvo allí éste la notable victoria de Pichincha, que liberó al Ecuador del dominio español, incorporándose luego, también, a la gran República de Colombia (mayo 29 de 1822).
En 1822 tuvo Bolívar, en Guayaquil una histórica entrevista con el otro gran libertador de América, el argentino San Martín, quien ya había logrado la independencia de Chile, y luchaba a la sazón por la libertad del Perú.
Luego de esta entrevista, San Martín se retiró del Perú, quedando a cargo de Bolívar la consumación de la independencia de aquel último virreinato todavía en poder de España.
Tras algunos contrastes para las fuerzas patriotas, integradas por peruanos, chilenos, argentinos, colombianos, venezolanos, ecuatorianos, y hasta orientales, obtuvo Bolívar, finalmente, la victoria de Junín (agosto 6 de 1824), entregando luego el mando de aquéllas al general Sucre, quien en los campos de Ayacucho consumó la independencia total del Perú.
A más de su genio militar, tuvo Bolívar la visión política de una América unida como «una sola Nación»; para ello convocó y reunió en Panamá, en 1826, un Congreso continental, que si bien no alcanzó los resultados prácticos previstos y queridos por Bolívar, fue el punto de partida para los subsiguientes Congresos panamericanos.
Sus últimos años fueron de desengaños y de infortunio personal: deshecha su «Gran Colombia», combatido por muchos de los que había encumbrado. Por todo ello, nada resume mejor la extraordinaria personalidad de Bolívar que aquellas admirables y conocidas palabras de nuestro gran Rodó: «Grande en el pensamiento, grande en la acción, grande en la gloria, grande en el infortunio; grande para magnificar la parte impura que cabe en el alma de los grandes, y grande para sobrellevar, en el abandono y la muerte, la trágica expiación de la grandeza».

Ubicación

Situada en la Avda. 15 de febrero de 1985, saliendo de las inmediaciones de la calle Andrés Lamas llega a la intersección de las calles Gualeguay y Juan J. Quesada